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José María Alonso Marroquín

Adquirió fama y casi categoría de mito entre los ….

Este triste año, el día del aniversario de la muerte de San Juan de Ortega, el 2 de junio, en compañía de mi mujer, Elba, me acerqué rozagante – pese a mis años y a la pandemia – al Santuario, porque llevaba un marco dorado contenedor de la distinción por la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago del Premio Internacional Trifinium Jacobeo (cada 3 años) “A una vida” dedicada al Camino de Santiago”, en el que se lee: “A José María Alonso Marroquín (Fuentebureba, 1926-2012 Burgos)”.
“Heredero de la secular labor hospitalaria que iniciara San Juan de Ortega en el siglo XII, sacerdote que dedicó, en mitad de los inclementes Montes de Oca, los últimos treinta y dos años de su vida a la atención vocacional de los peregrinos y pastoral de su feligresía desde el monasterio-iglesia parroquial de San Juan de Ortega, consiguiendo el bien de las personas allí a su cargo y rescatando del olvido el santo nombre de su monasterio para relanzarlo nuevamente a la rama jacobea”.
Otorgado en Santiago de Compostela, a 5 de diciembre de 2015.
Entregamos el diploma, en nombre de la Confraternita di San Jacopo di Compostella, a D. Andrés Picón, párroco del Santuario, para que lo colocase en el sepulcro que en el claustro cobija los restos del anterior párroco y conozcan todos por qué está allí.
En el título se dice mucho con “una vida dedicada al Camino de Santiago”. La memoria de los viejos como yo es olvidadiza; pero siempre quedan retazos, fotografías, arañazos del malsines y bastardos… Fijémonos en los aciertos: Cuando falleció mi padre, casualmente el día de Santo Domingo de la Calzada, en la misa del altar, como cocelebrante, apareció D. José María. El 17 de enero de 2003, D. José María celebra la Eucaristía en “las ruinas clamando al cielo”, que escribiría D. Bonifacio Zamora, de San Antón de Castrojeriz. La foto, en la que aparece durante la elevación del Santísimo, juzgué que debía presidir, y preside, la pared a ello dedicada en el caserón familiar de los Arribas en Villarmentero. Paolo, confiado en que, por los recuerdos comunes, la casona parece también de los Caucci, bendijo (sic) la estatua de Santiago, en granito de Galicia, que hay en el patio, y tuvo que venir D. José María a desfacer el entuerto.
El comedor del Santuario de Ortega lo tuvo siempre abierto D. José María, hombre acogedor por encima de todo, para todos nosotros. Veo un recorte de prensa en el Diario de Burgos (9.3.91), que con un almuerzo de hermandad ofrecido por la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Burgos (del que yo era presidente y me sucedió D. José María), (cuando la “Asociación era verdadera”) se clausuraba la Asamblea General de la Coordinador de las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago. Aquí, acogido a la secular hospitalidad, se celebraron eventos familiares que han dejado huella: Ovidio Campo con su hijo, Juan de Ortega; su primogénito Santiago. Jesús Arias, el Jato, que casó a una hija, que, por intercesión del Santo, no se murió de frío. El perro Calixto, en cuyo favor escribí: “El único favor que me pidió en su vida “el cura de las sopas de ajo”. Y hasta la familia real.
En una colaboración que me ha solicitado la Editorial Planeta, para el libro “Un camino ilustrado” narro:
“Notorio es que los dos primeros hijos del Rey Emérito, Don Juan Carlos I, han sido dos mujeres: las infantas Elena y Cristina. La preferencia constitucional (art. 57.1) del varón resulta clara. Enterada nuestra Casa Real (aunque tengo dudas de sí también los mismos Reyes) del precedente de Isabel la Católica, se llevan a cabo gestiones con el cabildo de la Catedral de Burgos, titular y gestor del monasterio de San Juan de Ortega, y el que suscribe, muy amigo de José María Alonso Marroquín, párroco del Santuario de Ortega, casualmente tiene la oportunidad de asistir a la reunión de los canónigos en el mismo San Juan de Ortega, cuando se trata de atender la demanda real de una reliquia del Santo, que “además de conceder la realidad de un hijo, hacía que éste fuera varón”. Se acuerda – con algo de sorna por un canónigo y que otros reprenden – acceder a la petición regia y nacería el Príncipe de Asturias.
La Casa Real tiene memoria y es agradecida. El Príncipe de Asturias, con las dos infantas, hacen andando una etapa del Camino de Santiago que finaliza en el Santuario de San Juan de Ortega, donde almuerzan y estoy invitado. Le pregunto a Don Felipe si conoce el motivo de realizar esa concreta etapa y me responde que lo desconoce. Entonces le informo de lo anterior, que escucha atentamente y agradece. Supongo que lo recordará.”
Cierto es que D. José María fue un hombre de acción, no de letras. El mejor homenaje y acto de reconocimiento a D. José María sería que el Cabildo catedralicio de Burgos, a cuyo patronazgo pertenece el monasterio, “hito vivo en el Camino de Santiago” como lo ha definido Braulio Valdivielso en su libro “San Juan de Ortega”, hiciera el esfuerzo necesario, eliminando “hojarascas”, para que el santuario de Ortega volviera a rimar con la vida que le dio el sacerdote que ahora está esperando la resurrección en el viejo claustro jerónimo.
Pablo Arribas Briones